Todos conocemos personas que al entrar en un lugar captan la atención inmediata de los demás, o que en una reunión parecieran ser el centro de las miradas. Personas que son escuchadas, respetadas y admiradas. Pero fundamentalmente son personas que nos hacen sentir bien con nosotros mismos: cuando estamos a su lado nos sentimos aceptados, valorados y que somos personas especiales.
Es decir que, paradójicamente, los admiramos no porque busquen impresionarnos, sino porque ellos nos hacen sentir a nosotros importantes y únicos cuando estamos en su compañía.
Hay una anécdota muy ilustrativa al respecto:
En el verano londinense de 1886, William Gladstone se enfrentaba a Benjamin Disraeli para el cargo de primer ministro del Reino Unido. Quien ganara dominaría medio mundo.
En la semana anterior a las elecciones, casualmente ambos invitaron a cenar a la misma joven.
Naturalmente, la prensa le preguntó cuál era su impresión de los dos rivales.
La joven respondió: «Después de cenar con míster Gladstone, pensé que era la persona más inteligente de Inglaterra. Pero después de cenar con míster Disraeli, pensé que yo era la persona más inteligente de Inglaterra».
¿Sabes quién ganó las elecciones? El hombre que hacía sentir a los demás inteligentes e importantes: Benjamin Disraeli, uno de los hombres más carismáticos y seductores (e inteligentes) de su época.
Estas personas, como sabrás, tienen más amigos, más propuestas laborales, más oportunidades de negocios y más opciones románticas. Dicho en otras palabras, pareciera que la vida les sonríe y que todo les es más fácil, impactando positivamente adonde quiera que vayan como si tuvieran un aura mágica que nos cautiva…
Pero, ¿qué es esa aura «mágica» que parece rodearlas? ¿Es tan «mágica» como parece? y ¿Se nace o no se nace con esa cualidad tan especial y magnética?
Presta atención.
Mitos sobre el carisma
Mito N° 1: para ser carismático hay que ser extrovertido. Falso.
Es un hecho que la extroversión es muy valorada socialmente, pero de ningún modo significa que sin este rasgo no puedas ser carismático: Steve Jobs, Barack Obama o Elon Musk, por poner solo unos ejemplos, son introvertidos declarados y sin embargo son (o fueron, como en el caso de Jobs) muy carismáticos.
Mito N° 2: para ser carismático hay que ser atractivo. Falso.
Si bien la belleza te da cierta ventaja, innumerables figuras destacadas han estado lejos de ser atractivas físicamente (al menos según los códigos clásicos de belleza) y sin embargo fueron muy carismáticas.
Ejemplos: Winston Churchill, Mahatma Gandhi o Albert Einstein.
Mito N° 3: Se nace o no se nace carismático. Otra vez, falso.
La ciencia ha demostrado de forma categórica que el carisma no es algo genético o innato, sino un conjunto de conductas y comportamientos aprendidos o que se pueden aprender.
Los tres pilares del carisma
Según la autora y experta en carisma Olivia Fox Cabane, cuando conocemos a alguien nos hacemos dos preguntas de manera instintiva y en milésimas de segundos:
- ¿«Es amigo o enemigo»? (Pregunta sobre la cordialidad).
- ¿«Tiene poder para llevar a cabo sus intenciones. Debo luchar o huir»? (Pregunta sobre el poder).
Para responder a la primera pregunta, evaluamos hasta qué punto le caemos bien a esa persona; para responder a la segunda, tratamos de valorar cuánto poder tiene.
Esto tiene sentido, ya que poder evaluar de forma correcta y en muy poco tiempo las intenciones de un desconocido era crucial para nuestros antepasados cavernícolas, una cuestión de vida o muerte. De ahí que esta reacción automática haya quedado grabada a fuego en nuestro cerebro.
Una investigación demostró que a menudo conocemos personas que tienen (o aparentan) poder, pero que no le caemos bien; o personas a las que le caemos bien, pero sin poder. Los primeros son competentes pero no cordiales; los segundos son cordiales pero no competentes.
No obstante, cuando conocemos a una persona carismática tenemos la sensación de que tiene mucho poder y que además le caemos bien, y por eso nos resulta tan encantadora: «Puedes mover montañas por mí (poder), y además quieres hacerlo (cordialidad)».
Además de poder y cordialidad, la persona carismática rezuma una cualidad que subyace a ambas: presencia. Cuando estamos con ella, sentimos que está plenamente presente, que nos brinda toda su atención en ese momento. (Piensa en el Dalai Lama, por ejemplo).
La conducta carismática, por tanto, se compone de tres elementos clave:
Son la base de todos los demás aspectos del carisma, y tienen que estar presentes los tres si queremos resultar carismáticos.
Presencia
Cuando no estás plenamente presente en una interacción, ensimismado en tus pensamientos o distraído, y quieres ocultarlo fingiendo presencia, tu cuerpo te delata, haciendo que tus ojos se vidríen y tus microgestos faciales se retrasen un segundo. Dado que la mente humana puede leer estas reacciones faciales en apenas 17 milisegundos, es muy probable que tu interlocutor se dé cuenta de ellas y sienta que tu presencia es fingida.
Además, como nuestro cerebro está programado para prestar atención a los estímulos nuevos, es normal que tendamos a desconectarnos del presente y a distraernos.
Por ello, usa estas técnicas para volver a estar totalmente presente cuando estás interactuando con alguien.
• Sonidos. Busca sonidos en tu entorno que te traigan de nuevo al lugar y al momento presente.
• Respiración. Concéntrate en tu respiración y las sensaciones que provocan en tu nariz o estómago al entrar y salir el aire.
• Los dedos de los pies. Centra tu atención en las sensaciones de los dedos de los pies. Esto obliga a tu mente a recorrer todo tu cuerpo, ayudándote a entrar en las sensaciones físicas del momento.
De este modo, cuando vuelves al estado presente utilizando estas herramientas, tu cuerpo lo refleja y los demás lo captan, aunque sea de forma subconsciente.
¿Alguna vez has hablado con alguien que no te escuchaba de verdad, que hacía «como que» te escuchaba por obligación o para que no te ofendieras? ¿Cómo te sentiste? Es una experiencia muy desagradable. ¡No lo hagas!
Esa actitud además transmite falta de sinceridad, y así es imposible ser carismático.
Además, el mero hecho de estar plenamente presente te distingue de la multitud, te haces memorable, y tu carisma se dispara. Pruébalo y te sorprenderás de los resultados 😉.
Por último, recuerda que ser carismático no depende del tiempo que tengamos, sino de lo presente que estemos en cada interacción.
Poder
Que nos vean como alguien poderoso significa que nos perciban como alguien capaz de afectar al mundo que nos rodea, ya sea mediante la influencia o mediante la autoridad sobre los demás, o bien mediante el dinero, conocimientos, inteligencia, fuerza física o elevado nivel social.
Buscamos las señales del poder de alguien a través de:
• Su apariencia
• En la reacción de los demás ante él
y (sobre todo)
• En su lenguaje corporal
Cordialidad
La cordialidad es la benevolencia hacia los demás. Nos dice si esa persona querrá utilizar su poder en nuestro favor.
Que nos vean como alguien cálido (cordial) implica que nos perciben como poseedores de alguna de las siguientes cualidades:
• Benevolencia
• Altruismo
• Interés o disposición a tener un efecto positivo en nuestro mundo
La cordialidad se valora casi en su totalidad por la conducta y el lenguaje corporal; se evalúa más directamente que el poder.
Sin embargo, recuerda que tanto el poder como la cordialidad son condiciones necesarias para el carisma, y que son los elementos que primero evaluamos y a los que más importancia les damos al valorar a los demás.
«Así, alguien poderoso pero no cálido puede impresionarnos, pero no lo percibiremos necesariamente como carismático, y puede parecernos arrogante, frío y distante.
En cambio, alguien cálido pero sin poder puede ser agradable, pero no lo percibiremos necesariamente como carismático, y nos puede parecer demasiado ansioso por agradar o desesperado por caer bien».
Entonces, ¿cómo proyectamos carisma a partir de estos 3 elementos indispensables (presencia, poder y cordialidad)?
En otras palabras: ¿Cómo desplegamos todo nuestro encanto personal?
Utilizando estas 10 técnicas avaladas por la ciencia.
1. Da un buen apretón de manos
¿Sabes en cuánto tiempo juzgamos a una persona y sus atributos, tales como su inteligencia, estatus social y económico, su nivel de éxito, competencia, confianza, cordialidad y fiabilidad? ¡Dos segundos!
Aquí es donde nuestro cerebro primitivo se pregunta: ¿«Amigo o enemigo»? ¿«Debo luchar o debo huir»?
Sí, antes de que esa persona abra la boca ya realizamos un juicio sobre ella, y todo lo que suceda después en esa interacción estará filtrado por esa primera impresión, la cual puede durar incluso años.
Lo más sorprendente es que la gente se muestra reacia a cambiar esa primera impresión aun cuando hayan datos contundentes que la contradigan: buscarán «razones» que «justifiquen» su postura inicial antes que cambiar de opinión.
Sin embargo, esto no es tan descabellado como parece: resulta que estas primeras impresiones suelen ser acertadas en un porcentaje muy alto, como demuestra esta investigación. (Es un recurso muy útil del que nos proveyó la evolución para nuestra supervivencia pero, como toda conducta instintiva, a veces falla).
Si bien se puede superar esta primera impresión con esfuerzo y tiempo, ¿por qué no utilizarla a nuestro favor, generando un impacto memorable y positivo en un primer encuentro con los demás?
Para ello, un buen apretón de manos es crucial.
Pero ten en cuenta que no cualquier apretón de manos es conveniente…
Apretón de manos a evitar 😒
• El pez muerto. Para mí, el peor. Consiste en tender la mano flácida, sin vida, casi sin estrechar la del otro, quien siente que está agarrando un pez muerto.
Si no quieres repeler a los demás y que te vean como alguien débil, poco confiable. soso y sin personalidad, ¡Evita el pez muerto!
• Triturador de nudillos. Lo opuesto al anterior. Consiste, como su nombre lo indica, en «triturar» la mano del otro. Muchos creen erróneamente que esto es una señal de poder y carácter. Sin embargo, también repele.
• El apretón dominante. Se tiende la mano con la palma hacia abajo, o extendiéndola verticalmente para luego girarla en posición dominante. Apesta.
Apretón de manos correcto 🙂
• Primero, mantén siempre las manos fuera de los bolsillos. Esto transmite confianza, apertura y sinceridad. Es decir, mandas el mensaje de que no tienes nada que ocultar.
• Tu mano debe estar seca. (Pocas cosas son tan desagradables como estrechar una mano con sudor). Para ello, ten siempre una servilleta para secarte las manos en caso de que estés sudando o como consecuencia de sostener una bebida, especialmente si es fría, ya que la condensación hará que tu mano esté fría y húmeda.
• Si estás sentado, párate antes de estrechar la mano a alguien.
• Mantén mucho contacto visual, y sonríe con cordialidad, pero con brevedad; un exceso de sonrisa podría hacer que te perciban demasiado ansioso por gustar.
• Mantén la cabeza recta, sin ladearla hacia los lados, y mira a la persona totalmente de frente.
• Mantén tu mano perpendicular con el pulgar mirando hacia el cielo, ni con la palma mirando hacia abajo (dominante) ni mirando hacia arriba (sumiso).
• Asegúrate de que hay contacto entre las palmas de ambos manteniendo la palma plana —no ahuecada— y envolviendo diagonalmente tu mano con la de la otra persona.
• Aprieta con firmeza casi tanto como tu compañero, hasta que notes la tensión. Mueve el brazo desde el codo, no desde la muñeca.
2. Gesticula con tus manos
Las personas carismáticas gesticulan con sus manos cuando hablan, dando así más energía, vitalidad y entusiasmo a su discurso. No es casual que los oradores TED más populares sean los que más uso hagan de estos gestos manuales.
Así, un estudio reveló que las personas que gesticulan para acompañar sus palabras son percibidas como más cercanas, persuasivas y competentes, y que su mensaje es más efectivo.
¿Por qué damos tanta importancia a las manos?
Para nuestros antepasados cavernícolas, muchas veces era una cuestión de vida o muerte. Por ejemplo, cuando se acercaba un desconocido, lo primero que le miraban eran sus manos, para asegurarse de que no trajera ningún arma: ¿Llevaba una lanza, un puñal, una piedra? ¿Y cómo iban a saberlo si escondía sus manos en los bolsillos, o detrás de la espalda o si tenía los puños cerrados?
Por lo tanto, alguien que mostraba abiertamente sus manos generaba confianza y más seguridad. Digamos que en principio venía en son de paz.
Sin embargo, no cualquier tipo de gestos manuales sirve para potenciar nuestro carisma.
Para hacerlo de manera carismática, ten en cuenta los puntos siguientes:
• Mueve tus manos por debajo de tu barbilla y por encima de tu pelvis; dentro de ese espacio es lo ideal. Si lo haces por encima de tu barbilla parecerás nervioso e incluso enfadado; si lo haces por debajo de tu pelvis transmitirás tristeza, apatía o desgano.
• Utiliza gestos amplios y claros, que muestren naturalidad.
• Que sean gestos que acompañen y apoyen tus palabras.
• Conviene que las palmas de tus manos miren hacia arriba, es un gesto de apertura y honestidad. Las palmas hacia abajo denotan autoridad, y podrías parecer desafiante o dominante, y eso acabaría con tu carisma.
• Tus codos tienen que estar separados de tu cuerpo; cuando están pegados a los costados transmites timidez, temor y sumisión, además de que no te permiten gesticular con soltura.
3. Haz contacto visual
El viejo adagio «Los ojos son las ventanas del alma» tiene razón, pues los ojos son la parte de la cara con más movilidad y, por tanto, la más expresiva.
¿Y por qué es tan importante el contacto visual para el carisma?
Pues resulta que produce oxitocina, una hormona clave para generar confianza y apego emocional.
Asimismo, estamos programados para interpretar el contacto visual como una señal de benevolencia.
No es casual que cuando nos gusta una persona la miremos más.
Y no solo eso. Según los expertos en lenguaje no verbal Allan y Bárbara Pease, cuando miramos a una persona no solo le estamos enviando un mensaje de que nos importa y nos cae bien, sino que además produce un efecto contagioso similar en el otro: le terminamos gustando también a esa persona.
En un estudio se comprobó que mirar a alguien durante unos pocos minutos puede incluso llegar a despertar sentimientos de pasión hacia esa persona.
No es sorprendente, entonces, que los tímidos aparten la mirada cuando alguien intenta establecer contacto visual con ellos.
¡No lo hagas! O echarás a perder tu carisma.
Sin embargo, no cualquier contacto visual es carismático. Tiene sus secretos, y yo te los develo 😉.
Sigue estos consejos:
• Mantén el contacto visual entre un 60 y 70 % del tiempo. (Puede variar de acuerdo a la cultura de los interlocutores, pero este es el porcentaje adecuado para los occidentales y europeos).
• No mires por encima de la cabeza para ver lo que sucede. Es señal de desinterés.
• Evita mirar por debajo de sus ojos, sobre todo a sus labios. Puedes parecer provocativo o que estás intentando seducir a esa persona (a menos, claro, que estén en un momento de seducción y de mutuo consenso).
• No mires muy fijamente como si fueras un psicópata (¡Espero que no lo seas!). Puede resultar intimidante e incómodo para la otra persona. En cambio, trata de mirar alternativamente a un ojo y luego al otro, con fluidez y naturalidad. O muévelos dentro del triángulo conformado por la punta de la nariz y los ojos, lo que los expertos denominan la mirada social.
• Levanta levemente las cejas en señal de genuino interés. (Si te está contando algo doloroso o triste puede que sea más conveniente arrugar el entrecejo en señal de empatía o preocupación por sus sentimientos).
4. Ocupa espacio
Proyectar poder y seguridad es lo que nos permite mostrar cordialidad y entusiasmo sin parecer sumisos o ansiosos por gustar.
Como el lenguaje corporal está tan profundamente arraigado en nuestro cerebro y en nuestra psique, las señales de confianza o falta de ella que transmitamos con nuestro lenguaje corporal tendrán un poder de veto sobre las demás señales de energía.
Así, no importa cuántas señales de poder y estatus alto proyectemos a través de nuestra apariencia, cargo, inteligencia o posición social: un lenguaje corporal de inseguridad matará de inmediato tu carisma.
Por el contrario, un lenguaje corporal de confianza puede dotar de mucho carisma a un apersona aun cuando no exhiba ninguna otra señal de poder.
¿Ves su importancia?
Constantemente estamos observando e interpretando el lenguaje corporal de los demás en busca de posibles amenazas o peligros, y lo hacemos de un modo inconsciente.
No es casual que en el reino animal muchas especies manipulen su tamaño para intimidar a los rivales: algunos mamíferos arquean el lomo y erizan el pelo; los chimpancés macho caminan erguidos e incluso sostienen trozos de madera para hacer que sus miembros parezcan más largos; los primates demuestran su poder ocupando los espacios centrales, elevados y especialmente valiosos, haciéndose visibles y colocándose por encima de los demás¹.
En otras palabras, ocupan espacio para proyectar poder.
Por lo tanto, si quieres aumentar tu carisma de forma exponencial, haz lo mismo.
¿Cómo ocupar más espacio?
Adopta estos dos comportamientos:
1. Conviértete en el gran gorila
• Asegúrate de que puedes respirar bien. Aflójate la ropa si es necesario.
Una respiración superficial te hará parecer más ansioso. En cambio, tu respiración debe ser relajada y profunda.
• Ponte en pie y sacude tu cuerpo.
• Abre las piernas y planta los pies con firmeza sobre el suelo.
Una postura aplomada y estable te ayuda a sentir y proyectar más seguridad.
• Alza los brazos hacia el techo, como si intentaras tocarlo con la punta de los dedos.
• A continuación, estira los brazos a ambos lados, hacia las paredes, tratando de tocarlas.
• Deja caer los brazos de forma relajada a los lados y gira los hombros hacia arriba y luego hacia abajo.
• Hínchate, trata de ocupar todo el espacio posible: eres un gorila enorme.
Esta pose no solo te hace parecer más poderoso a ojos de los demás, sino que llegas a sentirte y a ser más poderoso.
Deborah Gruenfeld, profesora de conducta organizacional de la Universidad de Stanford, averiguó que las personas que adoptan poses expansivas experimentan un cambio fisiológico medible. En un experimento, las hormonas promotoras de seguridad y energía aumentaron un 19% , mientras que las hormonas de la ansiedad caían un 25%.²
2. Postura regia
Un lenguaje corporal de confianza y alto estatus se caracteriza por hacer pocos movimientos.
¿Te acuerdas de James Bond? Es el aplomo y la seguridad encarnados.
Las personas de gran confianza evitan hacer gestos extraños o superfluos, como tocarse la ropa, la cara o el pelo, asentir con la cabeza constantemente o decir «Hum» antes de hablar.
Los expertos de la conducta identifican a estos gestos como de bajo estatus, y suelen ser usados por alguien que quiere transmitir aprobación a la persona con quien interactúa.
Por el contrario, los que se sienten poderosos, muy confiados y con alto estatus, son mucho más contenidos, no necesitan la aprobación de los demás y no les preocupa tanto lo que el otro piense.
Por lo tanto, cuando quieras aumentar tu aplomo, evita estos tres comportamientos de bajo estatus y falta de seguridad:
• Asentir con la cabeza de manera rápida y excesiva.
• Mostrar aprobación verbalmente de manera exagerada: sonidos como «Aja», «Oh, claro», etc.
• Movimientos agitados e incesantes, como si fueras una ardilla asustadiza.
En cambio, muévete como un majestuoso león: lento, relajado, dueño de sí mismo y de la situación.
(¿Ves el aplomo y el poder que transmite Angela Merkel? A esto me refiero con la postura regia. Te recomiendo, sin embargo, que lo matices con un poco de cordialidad. Recuerda que buscas aumentar tu carisma, no pulverizar a nadie… 😊).
5. Háblale de él (o de ella)
Los grandes conversadores entienden que la mejor manera de llegar al corazón de los demás no es tratar de impresionarlos hablando de sus éxitos y talentos, sino todo lo contrario: dirigiendo la atención hacia el interlocutor.
¿Ves cómo se ilumina el rostro de alguien cuando habla de sí mismo, o el tuyo cuando hablas de ti mismo?
«Háblele a un hombre de él mismo, y le escuchará durante horas», dijo el citado Benjamin Disraeli.
Una buena manera de iniciar una conversación en esa dirección es comenzar elogiando algo que lleva puesto tu interlocutror, y continuar con una pregunta abierta del tipo: ¿«Y eso? Cuénteme…».
La palabra «contar» tiene un impacto emocional intenso en los demás, ya que los pone en modo narrativo, y eso favorece el acercamiento entre los dos, dándole un tono más distendido a la conversación.
Otra pregunta podría ser: «¿De dónde eres?» . Es decir, todo lo que haga referencia a él (o ella) y a su mundo.
Recuerda siempre hacer preguntas abiertas (como las que te mencioné recién), ya que invitan al otro a reflexionar y a explayarse.
Por ejemplo: «¿Qué te trajo aquí esta noche?» o «¿Cómo te fue en la reunión de hoy?», son preguntas que incentivan al otro a seguir hablando.
Las preguntas cerradas, por el contrario, solo se pueden responder con un sí o un no.
Por ejemplo: «¿Te gusta el helado?» es una pregunta cerrada que solo admite un sí o un no, y ello entorpece la continuación de la conversación, además de que te obliga a hacer preguntas seguidas una al lado de la otra, lo que, a su vez, hará que la conversación parezca un interrogatorio… ¡Evítalo!
Bonus track 😉
Si quieres que alguien se sienta todavía más a gusto charlando contigo, menciona su nombre.
¿Por qué?
La respuesta nos da un estudio que demostró que cuando escuchamos nuestros nombres se activan las regiones cerebrales relacionadas con el placer.
Dale Cargengie dijo: «El nombre de una persona es para ella el sonido más dulce y más importante que pueda escuchar». Y la ciencia le da la razón.
La próxima vez que hables con alguien, háblale de él (o de ella) y pronuncia su nombre: se sentirá importante y especial a tu lado, y te asociará con emociones positivas.
6. Escucha, escucha y… escucha
Escuchar atentamente a una persona puede ser el mejor regalo que puedas darle y, muchas veces, es lo único que realmente necesita.
Stephen Covey dijo: «Después de la supervivencia física, la mayor necesidad para un ser humano es la supervivencia psicológica: ser comprendido, afirmado, valorado, apreciado».
De este modo, cuando escuchamos a una persona no solo con nuestros oídos, sino con nuestros ojos y con nuestro corazón, estando plenamente presentes y genuinamente interesados por ella, suplimos esa necesiddad profundamente arraigada en todo ser humano: la necesidad de sentir que le importamos a alguien.
Cunado alguien nos escucha de verdad, dejamos de ser «uno más del montón» y pasamos a ser alguien especial y único, ¿y quién no se quiere sentir único y especial? ¡Todos!
Todos, además, guardamos una historia igualmente única en lo más profundo de nuestro ser que clama por ser contada, y cuando encuentra un escuchador empático que se interesa por nosotros, es como si un sediento encontrara un oasis de agua fresca en medio del desierto.
Para satisfacer dicha necesidad, ten en cuenta estos tres comportamientos clave para la escucha carismática:
1. Escucha atentamente.
Consiste, como dijimos, en escuchar con tus oídos, con tus ojos y con tu corazón.
2. Abstente de interrumpir.
¡Muérdete la lengua cuando sientas la necesidad de interrumpir¡ Nada es tan mortal para el carisma como interrumpir a quien te está hablando. No importa lo maravilloso y cálido que pueda ser tu comentario al intervenir, siempre dejarás en el otro una sensación de resentimiento y frustración por no poder completar su frase, la sensación de que solo estabas escuchando para responder (y, peor aún, para corregir, aconsejar o sermonear…) en vez de escuchar para comprender.
3. Haz pausas deliberadamente.
Esta es un táctica que los maestros de la escucha la emplean siempre.
Haz una pausa de unos dos segundos antes de responder, asegurándote que que tu expresión facial sea la primera que reaccione, mostrando que está absorviendo lo que el otro acaba de decir y dándole la importancia que se merece. Solo después, responde.
Para ello, sigue esta secuencia:
• Tu interlocutor acaba la frase.
• Tu rostro lo absorve.
• Tu rostro reacciona.
• Entonces, y solo entonces, respondes.
7. Resalta lo mejor de los demás
Criticar a los demás, por más «objetiva» que sea tu crítica, es una actitud terriblemente anticarismática.
Pocas cosas alejan más a la gente como cuando enfatizamos sus flaquezas o puntos débiles.
Y, por favor, no cometas el error imperdonable de burlarte de los demás (sobre todo por rasgos físicos o de personalidad): es una falta de respeto —además de una actitud mísera— que puede enemistarte de por vida con quien es objeto de tus burlas.
«Una cosa es reírte con los demás y otra cosa muy distina es reírte de los demás».
Tu tarea como maestro del carisma debe ser, por el contrario, convertirte en un buscador profesional de los puntos fuertes de los demás.
Para ello, sigue estos pasos:
• Usa etiquetas positivas.
Conosiste en «etiquetar» a las personas con aquellos comportamientos positivos que vemos en ellos y expresarlos, creando así un círculo virtuoso mediante el cual la persona no solo se siente bien consigo misma por el hecho de que resaltamos su conducta loable, sino que además se ven estimuladas a seguir comportándose de la misma manera.
Esta técnica de asignar un determinado rol (en este caso, positivo, por supuesto) a alguien con el fin de que siga ejerciéndolo en el futuro recibe el nombre de altercasting, y es ampliamente utilizada por los maestros de la persuasión.
• Utiliza el «Efecto Pigmalión».
Basado en el mito del escultor griego Pigmalión, quien se enamoró tanto de su propia creación (la estatua de una mujer) que los dioses le concedieron su deseo de que esta cobrara vida y pudiera casarse con él.
Pues bien, el efecto Pigmalión no solo es un bello mito, sino una realidad científicamente demostrada.
En un estudio, se les dijo a unos profesores que ciertos alumnos eran especialmente inteligentes, muy superiores al resto, de acuerdo a un test que les habían realizado (era mentira: no hubo ningún test. Dichos alumnos habían sido elegidos al azar). De esta manera, los profesores les trataron de forma especial, como si realmente fueran más inteligentes que el resto.
¿Qué sucedió?
Pues que estos alumnos elegidos al azar se volvieron realmente más inteligentes, como quedó demostrado meses después al realizar un test evaluativo.
Es decir que, como se esperaba más de ellos, terminaron riendiendo más de verdad.
Haz lo mismo: espera más de los demás, y ellos te sorprenderán poniéndose a la altura de tus expectativas. De esta manera, se sentirán muy bien por su admirable comportamiento y, por si fuera poco, te asociarán con esas emociones positivas, querrán estar más a tu lado y estarán profundamente agradecidos por tus expectativas hacia ellos.
«Recuerda: no busques impresionar a los demás. Busca que ellos
te impresionen a ti».
8. Haz que tus palabras despierten emociones
Uno de los errores que solía cometer en el pasado era ser muy lógico (y esto era «lógico», ya que para un amante empedernido de la filosfía como yo, la lógica resulta altamente estimulante) cuando hablaba con gente que recién conocía, sobretodo en situaciones de esparcimiento como fiestas, bailes, charlas recreativas y demás.
El problema es que en estos contextos la gente se desconecta naturalmente de su modo lógico y se conecta con sus emociones, y llevarlo a su estado mental racional en esas circunstancias es como si le dijeras a alguien que está a punto de sentir un orgasmo: «Ey, para aquí y considera esto: ¿Qué piensas del concepto de orgasmo? Analicémoslo desde el punto de vista de la lógica aristotélica y las categorías kantianas…».
Con esto no quiero decir que dejes la lógica por completo. De hecho, si el pensamiento racional te apasiona (como a mí) puedes hacerlo altamente estimulante y terminar contagiando a los demás de ese entusiasmo que emana de tus poros y que te eriza la piel cada vez que hablas de aquello que te apasiona.
Lo que intento decirte es que tengas en cuenta que las palabras emocionales te vinculan de una manera mucho más personal con los demás, sin el filtro de la razón, apelando a una parte nuestra mucho más profunda, más visceral, más vivencial, más excitante.
¿Sabías que nuestro cerebro límbico (donde se encuentran nuestras emociones) tienen aproximadamente unos 200 millones de años, y nuestro cerebro racional apenas tiene unos 100 mil años?³
Por eso damos mucha más importancia a las emociones que al razonamiento.
En un experimento se comprobó que las palabras emocionales no solo se recuerdan más que las neutrales, sino con más vividez, justamente por las emociones que despiertan.
Ten en cuenta, no obstante, que este mayor impacto y su recuerdo grabado a fuego en nuestra mente funciona tanto para las palabras emocionales negativas como positivas.
Por lo tanto, para aumentar tu carisma utiliza palabras emocionales positivas. La gente te asociará a las emociones que ellas despierten (emociones positivas, por supuesto) y te recordarán con una simpatía y alegría inolvidables.
La gran poetisa Maya Angelou dijo:
«La gente olvidará lo que le dijiste; la gente olvidará lo que le hiciste; pero jamás olvidará cómo la hiciste sentir».
Por ejemplo, si acabas de conocer a alguien y te comenta que trabaja de programador, en vez de decirle «Bien, es un trabajo estable y con gran inserción laboral en términos estadísticos según los últimos informes oficiales…» ¡Nooo! ¡No seas aburrido como un plomo! Estarías conviertiendo una eventual charla estimulante en un informe nutricional detallado en el envase de un producto…
Por el contrario, di algo como «¿¡De programador!? Eso suena increíble, debe ser emocionante enfrentarse a retos creativos y brindar un servicio que impacte positivamente en la vida de tus clientes. Cuéntame, que estoy encantado e intrigado por saber más…!
9. Regala elogios y (no menos importante) recíbelos
Dar elogios
A todos nos encanta recibir elogios, porque refuerza nuestro sentido de valía y singularidad.
Esta predisposición es constitutiva de nuestra naturaleza humana, ya que al recibir un elogio se activan los mismos circuitos cerebrales de la recompensa.
Esto sucede incluso aunque sepamos que dichos elogios no son sinceros.
Mi recomendación, por supuesto, es que elogies a las personas siempre de forma sincera.
No te inhibas a la hora de elogiar, ni pienses que tiene que ser algo trascendente el motivo de tu elogio.
Nada de eso. Puede ser algo tan sencillo como su peinado, el color de su remera, su sonrisa, la manera en que logró resolver un problema, por sencillo que sea; lo bien que preparó la cena, lo creativa que fue al decorar la oficina, su amabilidad, la combinación de su ropa que la hace tan atractiva, su nueva bufanda, su cartera, su anillo… ¿Ves la cantidad infinita de cosas, comportamientos o rasgos que tienes para elogiar genuinamente, si prestas atención a la persona que tienes delante?
Te sorprenderás al ver cómo se ilumina el rostro de él o de ella por tu elogio. Será una caricia para su alma, se sentirá más feliz y te percibirá como alguien mucho más carismático.
Sin embargo, ten en cuenta que tus elogios deben ser específicos para que resulten más efectivos. Esto es, en vez de «Eres inteligente» es mejor decir «Admiro la manera en que resolviste el inconveniente logístico que tuvimos con el envío de los productos; al final la mercadería llegó en el tiempo pautado» es mucho más específico (es decir, hay algo concreto a lo que te refieres y, por lo tanto, más creíble).
Aceptar eolgios
Aquí es donde muchos fallamos, porque confundimos humildad con esa falsa modestia que nos induce a restarnos valor, a quitarle importancia a lo valioso que poseemos, somos o hacemos.
La humildad no tiene nada que ver con vestir zapatos rotos y autoanularse. La humildad no excluye la dignidad y la autovaloración, todo lo contrario.
Es tan injusto darnos más valor del que tenemos como darnos menos del que tenemos: lo uno es vanidad, lo otro es autodesprecio.
Además, cuando alguien nos elogia y le restamos importancia, lo que le estamos subcomunicando a esa persona es que se equivocó, y probablemente se sienta tonto por ello.
Si alguien te elogia y tú le respondes «Oh, no es nada» esa persona se sentirá una incompetente por decir algo que no es «verdad», y te asociará con esas emociones negativas.
En cambio, si aceptas su elogio, no solo se sentirá halagada porque valoras su cumplido, sino que la estimulas a seguir comportándose de esa manera en el futuro (recuerda el altercasting).
Para aceptar un elogio de manera efectiva, sigue estos pasos:
• Detente
• Absorve el elogio, disfrútalo.
• Deja que ese momento de absorción aparezca en tu cara. Muéstrale a esa persona que ha causado efecto.
• Mírale a los ojos y sonríe con cordialidad.
• Dale las gracias. Decir «muchas gracias» es suficiente, pero puedes darle mayor satisfacción a tu admirador si le dices que su elogio te dio mucha alegría.
10. Muéstrate vulnerable
Muchas veces creemos que para resultar carismáticos debemos ser perfectos, absolutamente seguros y sin defectos.
Pero la realidad es que un toque de vulnerabilidad (especialmente emocional) nos hace humanos, y a la gente le gusta conectar con seres humanos, no con robots.
De esta forma, Sam Walton (el fundador de Walmart) dejaba caer sus notas cuando se dirigía al estrado; Frnak Sinatra se desarreglaba visiblemente el cuello de la camisa antes de subir al escenario.
¿Sabías que Bill Clinton, en 1992, aumentó las intenciones de voto para la presidencia de los Estados Unidos del 33% al 77% al mostrar vulnerabilidad (en vez de ocultarla) contando su infancia turbulenta marcada por la muerte de su padre y un padrastro alcohólico?
La gente contectó emocionalmente con él, y su simpatía aumentó enormemente en contra de todos los pronósticos.
Así, un estudio de la Universidad de Minnesota demostró que cuando las personas admiten (o cuando vemos) sus fracasos, errores o debilidades se vuelven más atractivos para los demás que si se muestran impolutos, ya que esto último genera distancia y obstaculiza la conexión con otras personas.
Claro que tus debilidades no deben ser moralmente indignantes (como una estafa o dañar intencionalmente a otra persona) o que vayan en desmedro de tu reputación (no querer trabajar, ser irresponsable con tus compromisos asumidos, etc.).
Más bien, tus vulnerabilidades deben mostrar una pequeña debilidad o una falta moral leve y que no implique ningún daño (sea físico o emocional) hacia otra persona.
Por ejemplo, si al subir a un escenario para hablar en público te pones nervioso, en vez de esforzarte por ocultarlo puedes decir algo como «No acostumbro hablar delante de tantas personas, así que estoy nervioso y un poco ansioso; trataré de hacerlo lo mejor que pueda».
O cuando estás hablando con un desconocido le cuentas que fuiste a una entrevista de trabajo y que cuando llegaste al lugar te diste cuenta que tenías una mancha de café en la camisa, o que en vez de llevar una corbata formal para la ocasión tenías puesta la corbata roja con la cara grande de Homero Simpon.
No obstante, trata de confesar tu debilidad al inicio de una conversación y no después, porque de esta manera resultarás aún más atractivo.
¿Por qué nos atraen las personas «imperfectas»?
Porque todos lo somos y, además, porque al mostrarnos vulnerables provocamos que los demás a su vez se abran y se sientan seguras para mostrarnos sus debilidades, sin prejuicios ni cohibiciones, y esto es fundamental para conectar con los demás.
Conclusión
Creo que lo más revelador que nos aporta la ciencia con respecto al carisma es que no es ni un don ni un rasgo con el que se nace, sino una serie de comportamientos que se pueden aprender.
Esto significa que todos podemos ser carismáticos si nos lo proponemos.
Se trata de conocer cuáles son los comportamientos carismáticos y ponerlos en práctica hasta que se conviertan en parte de tu naturaleza.
Ahora tienes en tus manos las herramientas para potenciar tu carisma y tu mangetismo personal.
Y puedes empezar a utilizarlas hoy mismo.
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¡Muchas gracias! 🙂.
Liber Heffner
Referencias bibliográficas
1 F. de Waal, Chimpanzee politics: Power and sex among apes, Jhons Hopkins Univiersity Press, Baltimore, 2007.
2 Olivia Fox Cabane, The Charisma Mith, Portfolio, Penguien, New York, 2012.
3 Estanislao Bachrach, Ágilmente, Sudamericana, Buenos Aires, 2012.
Siempre creí en el aspecto físico, después de leer este artículo pude comprender lo que se necesita para tener carisma. Muy buen aporte.
Hola Miguel. Sí, es bastante común remitirse al aspecto físico a la hora de hablar sobre el carisma. Pero sabemos gracias a la ciencia que no se necesita ser físicamente atractivo para tener carisma. Me alegro que te haya servido este post. Gracias por tu comentario. ¡Saludos!