Seguramente habrás escuchado alguna frase parecida a estas: «Las lindas son tontas» o «Las modelos son bonitas pero huecas». El mensaje implícito de estos dichos, claro, es que los feos y feas son inteligentes. Paradójicamente —o no tanto— quienes emiten estos «comentarios» no suelen caracterizarse por las cualidades que descalifican. ¿No?
Estas frases lapidarias, ¿se refieren a los hechos, son una descripción de la realidad? La verdad es todo lo contrario. (No nos alarmemos, ahora vamos a explicar en qué sentido lo es).
Cuando algunas personas dan este tipo de «opiniones» (muchas veces con sarcasmo, muchas otras con un tonillo de resentimiento, hay que decirlo), en realidad no son opiniones, sino, a menudo, juicios premeditados que elaboraron por diferentes razones y que no bienen al caso para el tema que nos ocupa.
Para entender mejor lo que acabo de señalar, hagamos algunas aclaraciones.
Según el prestigioso psicólogo y premio nobel de economía Daniel Kahneman1, nuestra mente opera según dos sistemas:
• Sistema 1: Opera de manera rápida y automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario.
• Sistema 2: Centra la atención en las actividades mentales esforzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos. Las operaciones del Sistema 2 están asociadas a menudo a la experiencia subjetiva de actuar, elegir y concentrarse.
El Sistema 1 es el que sin esfuerzo genera sentimientos e impresiones que son las fuentes principales de las creencias explícitas y las elecciones deliberadas del Sistema 2.
Básicamente, podemos asociar al Sistema 1 con nuestras reacciones instintivas, viscerales y a los pensamientos automáticos que disparan. Y al Sistema 2 con nuestra mente racional y lógica, y desde el cual tomamos nuestras desiciones más conscientes y deliberadas.
Pues bien, resulta que esos juicios hostiles hacia la gente atractiva no son juicios instintivos y automáticos que expresan nuestra naturaleza humana, sino, como ya mencioné, opiniones que fueron elaboradas racionalmente por diferentes motivos, en un intento, quizá, de «equilibrar la balanza». En otras palabras, dichos juicios surgen de nuestro sistema 2 , no del sistema 1.
¿Por qué digo esto?
Porque nuestra inclinación natural, instintiva y automática cuando vemos personas atractivas es a considerarlas más competentes, inteligentes, buenas, simpáticas, creativas, e incluso más honestas.
Las personas atractivas, asimismo, son más favorecidas a la hora de ser contratadas en un trabajo en igualdad de las restantes condiciones. Y no solo eso, dicha influencia se extiende al salario: los atractivos ganan más que los menos atractivos.
Más aún, las personas atractivas reciben penas menores por el mismo delito que los de rostros poco agraciados, y tienen muchas más probabilidades que los no atractivos de recibir ayuda de los demás cuando la necesitan.
Y aunque parezca una verdad de perogrullo, corren con ventajas a la hora de tener citas románticas o sexo casual.
Y sí, hasta los bebés prefieren ver rostros atractivos.
Por si fuera poco, en otro estudio se constató que los candidatos políticos atractivos obtenían en número de votos más de dos veces y media que los poco atractivos.
Por supuesto, cuando se les preguntó a los votantes y a los contratantes de recursos humanos si el atractivo físico de los candidatos políticos y de los aspirantes al puesto laboral habían influido en sus preferencias a la hora de decidir, en el primer caso apenas un 14% admitió siquiera una posibilidad remota de dicha influencia; en el segundo caso, los entrevistadores aseguraron que la apariencia solo desempeñó un pequeño papel en sus decisiones.
En otras palabras, el efecto halo había entrado en acción abriéndose camino como un torrente arrollador por encima de cualquier deliberación, conciencia, voluntad o reflexión.
¿A qué se debe este fenómeno?
Se debe a que los seres humanos tenemos un sesgo cognitivo inconsciente que se activa sin premeditación cuando vemos una cualidad positiva en otra persona, y el atractivo físico es sin dudas una de esas cualidades.
Este mecanismo se llama Efecto Halo.
Qué es el Efecto Halo
El efecto halo consiste en que, a partir de una primera cualidad positiva que percibimos en otra persona, le atribuimos otras características positivas, sin que las hayamos observado en él o en ella.
Dicho de otro modo, es nuestra tendencia a gustarnos (o disgustarnos, porque también opera en términos negativos) todo de una persona a partir de una primera cualidad observada.
Volviendo al atractivo físico (incluido el rostro) , ¿te parace casual que las grandes marcas de ropa elijan personas atractivas para que posen y vistan sus prendas, o que las propagandas de bebidas, cigarrillos, automóviles, etc, siempre incluyan personas guapas en sus publicidades?
Detrás de cada publicidad hay psicólogos, psicólogos sociales, sociólogos, economistas conductuales, etc., y expertos del comportamiento humano que asesoran a los publicistas sobre nuestros mecanismos psicológicos más primitivos e inconscientes, para así crear la publicidad más atractiva y rentable posible. Ningún detalle, por más trivial que parezca, se deja al azar a la hora de diseñar anuncios comerciales. Y todo lo que en ellos se muestra (colores, cosas, personas, objetos, movimientos, música, fondo…) está pensado y analizado con rigurosidad científica.
¿Injusto? Seguramente, pero las leyes de la psicología humana funcionan independientemente de nuestro sentido de justicia o de nuestros deseos. Por eso, en vez de oponernos a ellas (algo inútil y frustrante), lo más adaptativo e inteligente es entender sus mecanismos y sacarles el máximo provecho.
Pero, ¿qué sucede si no gozamos del tan preciado atractivo físico; no hay nada que podamos hacer para compensarlo?
Aquí viene la parte más interesante de este post, porque sí hay cosas que podemos hacer.
Presta atención.
¿Recuerdas la definición de efecto halo más arriba?
Habíamos dicho que era la tendencia a atribuir otras cualidades positivas a una persona a partir de la primera cualidad positiva que veíamos en ella; y si observas bien, notarás que dije cualidades positivas, y que el atractivo físico es una de ellas, pero no la única.
Es decir que tenemos dos aspectos importantes en el efecto halo:
1. El orden en que aparecen las cualidades o rasgos.
2. El contenido de la cualidad (si es positivo o negativo, y de qué tipo en cada caso).
Veamos un ejemplo.
Supongamos que en una fiesta conocemos a una chica simpática. Es muy probable que pensemos que esa chica es generosa. Quizá nos convenzamos a nosotros mismos de que ella estará dispuesta a hacer una contribución a una organización benéfica. ¿Qué pruebas tenemos en realidad de la generosidad de esta persona? Ninguna, solo la emoción agradable que nos despertó su simpatía, única cualidad percibida hasta ese momento. Porque no hay ninguna relación causal entre el hecho de que una persona sea simpática en una situación social y el hecho de que sea generosa en organizaciones benéficas. Sin embargo, por asociación estaremos predispuestos a creer que esa chica es generosa.
Nuestra evidencia de su generosidad se pierde, y rellenamos el hueco que deja con una suposición que se adecua a nuestra respuesta emocional del primer rasgo observado. En otras situaciones, la evidencia se acumula gradualemente, y la interpretación es moldeada por la emoción que acompaña a la primera impresión.
¿De qué manera?
Imagina que hago sendas descripciones de dos personas, Carlos y Miguel, y te pido que hagas comentarios sobre su personalidad. ¿Qué pensás de Carlos y Miguel?
Carlos: inteligente-diligente-impulsivo-crítico-testarudo-envidioso.
Miguel: envidioso-testarudo-crítico-impulsivo-diligente-inteligente.
Si somos como la mayoría de las personas, habremos visto a Carlos mucho más favorecido que a Miguel.
Los rasgos iniciales de la lista cambian el verdadero significado de los rasgos que vienen después.
Así, la tozudez de una persona inteligente es vista como algo poco menos que justificable, y hasta puede inspirar respeto; pero la inteligencia en una persona envidiosa y testaruda la hace más peligrosa. Es decir que la secuencia importa, y mucho, porque el efecto halo aumenta la significación de las primeras impresiones, a veces hasta el punto de que la información siguiente es en su mayor parte despreciada. (Esto es otra evidencia de que las leyes que rigen la psicología y la conducta humana tienen poco que ver con las leyes de la matemática: en ellas el orden de los factores sí altera el producto).
Aquí también observamos que el efecto halo es un ejemplo de ambigüedad suprimida: la palabra testarudo es ambigua, y será interpretada de un modo que la haga coherente con el contexto.
Con respecto al segundo aspecto, el del contenido o naturaleza de la cualidad, ya dijimos que el atractivo físico es una de esas cualidades, pero no la única.
Rasgos positivos como la valentía, la simpatía, la inteligencia, la creatividad, vestir con elegancia, ser atildado o amable activan también el efecto halo si es la primera cualidad que otros observan en nosotros.
Aunque la secuencia en que otros observan nuestras características viene a menudo determinada por el azar, no es menos cierto que podemos ser proactivos al respecto y tratar de generar siempre una primera impresión mostrando algún rasgo positivo.
De esta manera, si no eres físicamente atractivo o atractiva, puedes no obstante vestirte con estilo, atildarte y asearte para que los demás aprecien ese rasgo positivo en ti, activando el efecto halo. En este sentido, no es casual que los programas de formación de vendedores incluyan alusiones al aseo personal2: los guapos generan más simpatía, tendemos a estar de acuerdo con las personas que nos gustan y es más factible que nos persuadan. Y para ello no necesitas ropa de marca ni gastar mucho dinero. Solo necesitas ropa que se ajuste a tu cuerpo y a tu color de piel, sin olvidar lo más esencial: la limpieza y la prolijidad.
La buena presencia no tiene nada que ver con el lujo, sino con la elegancia, y ésta es perfectamente compatible con la sencillez.
Por último, recuerda que el efecto halo también opera de manera inversa: si los demás observan algún rasgo negativo en nosotros, la emoción que despierte ese rasgo empañará el juicio que los demás hagan de nuestra personalidad general
Por ejemplo, si te ven desaliñado o antipático (cualidades negativas) tenderán a juzgarte de manera negativa en los demás aspectos de tu persona, aunque no tengan ninguna evidencia al respecto. Y si observan alguna cualidad ambigua, suprimirán dicha ambigüedad decantándose hacia lo negativo por la emoción que les generó tu primera impresión.
Por lo tanto, aprende a jugar tu mejor baza en las primeras interacciones. No dejes al azar aspectos tan importantes como tu primera impresión. Siempre puedes influir en cómo te ven los demás.
Aunque si eres un Bard Pitt o una Mónica Bellucci, reconozcámoslo, tienes bastante a tu favor.
Si te gustó este artículo, por favor compártelo con las personas que aprecies en alguna de las redes sociales que aparecen abajo.
De paso, me ayudas a mantener este Blog para seguir publicando contenidos que te puedan ayudar.
¡Muchas gracias! 🙂.
Liber Heffner
Referencias bibliográficas
1 Daniel Kahneman, Pensar rápido, Pensar despacio, Penguin Random House, Buenos Aires, 2016.
2 Robert Cialdini, Influencia, La psicologpia de la persuasión, Harper Collins Ibérica, S. A., Madrid, 2022.