En el siglo XVII el filósofo, matemático e inventor Blaise Pascal dijo la ya famosa frase que, de alguna manera, adelantaba un campo de estudio que maduraría a finales del siglo XX:1
«El corazón tiene razones que la razón no entiende»
Si bien su planteamiento era algo distinto del tema que nos ocupa, lo importante es el hecho de haber expuesto y reconocido una relación entre las emociones y la razón, entre los afectos y la lógica.
Cuatrocientos años después la ciencia describió, explicó y confirmó lo que el gran pensador francés anticipó en esa frase.
Es decir, nuestras emociones ya no serían meros instintos animales desbocados, sin ninguna posibilidad de control y ajenos a cualquier tipo de influencia por parte de nuestra razón. No. Nuestras emociones, si bien tienen sus propios mecanismos operativos (luego lo veremos con más detalle) son altamente influenciables por nuestra razón, susceptibles de ser reguladas y gestionadas «racionalmente». En otros términos, podemos lograr que nuestras emociones sean más inteligentes. Es lo que en psicología y en neurociencia se llama inteligencia emocional.
¿Cómo surge este campo fascinante de estudio?
Un poco de historia
Si bien los antiguos griegos ya teorizaron sobre la naturaleza y gestión de las emociones (Aristóteles escribió dos libros geniales dedicados a este tema: Ética a Nicómaco y Ética Eudemia), situémonos mucho más acá en el tiempo para ver los primeros pasos que la ciencia ha dado en esta dirección.
Duarante mucho tiempo se creyó que la inteligencia estaba relacionada solo con las habilidades lingüísitcas y matemáticas. De hecho, los tests clásicos de inteligencia se basan en estos parámetros aun hoy. Dichos tests medían el Cociente Intelectual (o CI, término empleado por primera vez por el psicólogo alemán William Stern en 1912), que básicamente se basaban en pruebas abstractas de razonamientos verbales y lógicos.
El hecho es que las pruebas de «inteligencia» no solo eran muy limitadas, sino que en ese tiempo se creía que la inteligencia era algo genético: la tenías o no la tenías, y no podías hacer nada para modificarla o incrementarla. Esto implicaba un fuerte sesgo discriminatorio —y condenatorio—, porque suponía que si tu puntaje era bajo en esas pruebas no eras inteligente y, peor aún, no lo serías nunca. A partir de un hecho puntual (la calificación en una prueba de CI) se trazaba para una persona un futuro negro y desesperanzador o uno claro y promisorio, según el puntaje obtenido en esa prueba. Determinismo puro y duro.
Tal es así que a los emigrantes que trataban de ingresar a Estados Unidos para vivir el Sueño Americano, se les hacían esas pruebas, y como los que mejor puntaje obtenían eran los de países nórdicos, se les incentivaba a ingresar a ese país. Lo que no se tenía en cuenta era que esos puntajes se debían en gran medida al estímulo intelectual y a la nutrición que habían recibido esos afortunados individuos: si desde chico se te incentiva a leer libros y resolver problemas matemáticos —y recibes una nutrición de calidad— tendrás un mayor desarrollo intelectual que si no recibes esos estímulos.
Pues bien, este panorama se mantuvo casi sin modificaciones hasta que el psicólogo americano Howard Gardner estableció el concepto de Inteligencias Múltiples2. Así, para Gardner la inteligencia no es una habilidad única que se pueda medir psicométricamente como en un test de CI, sino la capacidad de ordenar los pensamientos y coordinarlos con las acciones. Además la inteligencia no es una sola, sino que existen distintos tipos.
Gardner plantea que todos tenemos ocho inteligencias, aunque algunas de ellas están más desarrolladas en unas personas que en otras. Estas inteligencias trabajan juntas, aunque como entidades discretas o semiautónomas. Ellas son:
1. Inteligencia lingüística. Se aprecia en personas que tienen facilidad para leer, escribir, contar cuentos o hacer crucigramas. Tienen una capacidad muy acentuada para construir narraciones con una correcta trabazón lógica, analizar conceptos y relacionarlos entre sí.
Los escritores, filósofos, poetas, periodistas, negociantes, abogados etc., tienen esta inteligencia.
2. Inteligencia lógico-matemática. Las personas que la poseen tienen facilidad para descubrir patrones de medida, categorías y relaciones. Facilidad para la resolución de problemas aritméticos, juegos de estrategia y experimentos.
La poseen los matemáticos, científicos, ingenieros, filósofos, etc.
3. Inteligencia visual y espacial. Las personas con esta habilidad piesan en imágenes y dibujos. Tienen facilidad para resolver rompecabezas, capacidad para orientarse en el espacio, de conocer la posición de su cuerpo en relación con el espacio y con los objetos que los rodean. Se aprecia también en el juego de ajedrez y en la visualización de un objeto desde un ángulo diferente. Quienes poseen esta inteligencia saben dibujar con una finura y precisión extraordinarias.
La tienen los pilotos de aviones y barcos, algunos ingenieros, arquitectos, artistas plásticos, etc.
4. Inteligencia cinético-corporal. Es la capacidad de la coordinación de los movimientos corporales y su relación con el espacio. Implica gran equilibrio corporal, flexibilidad, rapidez y coordinación óculo-manual.
La poseen los deportistas y los bailarines en general.
5. Inteligencia musical. Habilidad para entender el lenguaje musical como así también componer piezas musicales y el sentido del ritmo.
Los músicos y compositores en general tienen esta capacidad.
6. Inteligencia naturalista. Pericia que permite evaluar la diferencia entre los seres vivos, tanto animales como vegetales, y su relación con los cambios y ciclos de la naturaleza. Gran facilidad para clasificar los diferentes animales y plantas en categorías.
Biólogos, paleontólogos, botánicos, entomólogos, etc., poseen esta inteligencia.
Por último, Gardner distinguió dos inteligencias más (y que nos mete de lleno en el tema que nos convoca):
7. Inteligencia intrapersonal. Es la capacidad para entender nuestro mundo interior: nuestras reacciones, nuestras emociones y vida interior.
Psicólogos, pedagogos, líderes espirituales, etc., tienen (o deberían tener) este tipo de inteligencia. También la poseen los escritores, actores y artistas en general.
8. Inteligencia interpersonal. Capacidad que nos permite conocer el mundo de los otros: sus emociones, sentimientos, sus deseos y sus necesidades. Esta habilidad nos confiere una gran capacidad de comunicación con los demás.
Líderes en general, vendedores, terapeutas, coaches, etc., tienen esta habilidad.
Hacia 1990, los psicólogos Peter Salovey, de la universidad de Yale, y John Mayer, de la universidad de New Hampshire, acuñaron un término que hoy se conoce de manera masiva como Inteligencia Emocional.
Sus aportes en el campo de la inteligencia emocional fueron enormes, y sentaron las bases para la amplísima investigación que se llevó a cabao desde entonces. Un investigador muy destacado en esta área sería el psicólogo de Harvard Daniel Goleman, quien en 1995 fue el encargado de darle un alcance y una fama mundial a este concepto con la publicación de su libro Inteligencia Emocional3. Goleman definió magistralmente la inteligencia emocional como:
«La capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones».
De aquí en adelante, la literatura científica y las investigaciones empíricas no hicieron más que aumentar, enriqueciendo el concepto de inteligencia emocional con nuevos aportes y descubrimientos.
Teniendo en cuenta estos aportes y descubrimientos podemos dar una nueva definición de inteligencia emocional:
La capacidad para percibir, comprender y regular nuestras emociones y las de los demás.
Sin embargo, aunque hay muchas explicaciones a la hora de definir la inteligencia emocional, el modelo de Goleman sigue siendo ampliamente aceptado en la actualidad.
¿Cuáles son, entonces, las carecaterísticas de la inteligencia emocional?
Veámoslas en detalle.
Las 5 competencias de la Inteligencia Emocional
Este es el modelo de inteligencia emocional propuesto por Daniel Goleman.
1. Autoconocimiento
Es la competencia que nos permite reconocer nuestros afectos: sensaciones, sentimientos y emociones.
También se refiere al hecho de comprender cuál es el origen de los diversos afectos y de entender sus consecuencias. Asimismo, distinguir de entre las emociones y sentimientos que experimentamos cuáles son nuestras fortalezas y cuáles nuestras debilidades.
De esta manera, determinar nuestras fortalezas nos permite enfatizarlas, mejorarlas y aumentar la confianza en nosotros mismos. Expandir nuestras fortalezas produce un efecto bola de nieve para nuestro desarrollo y la posibilidad de disminuir nuestras debilidades.
Identificar nuestras debilidades implica por su parte saber dimensionarlas en su contexto y tomar clara conciencia de ellas para manejarlas adecuadamente y disminuir su proporción relativa en el conjunto global de nuestros afectos.
El autoconocimiento puede desarrollarse si analizamos conscientemente el componente emocional de una experiencia o circunstancia vivida. Requiere detenerse suficiente tiempo, y esto es esencial, para el análisis de lo que ha sucedido en una circunstancia determinada y evaluar qué es lo que hemos sentido en ese momento con la mayor precisión posible y también luego, y cuáles fueron las repercusiones físicas en nuestro cuerpo de esas emociones experimentadas, cuál fue el balance de nuestra vivencia emocional —si fue más de orden positivo o negativo—, la duración de la experiencia afectiva, y por qué creemos que hemos actuado de este o aquel modo.
Este autoconocimiento nos brindará una mayor seguridad en nosotros y nos pemitirá desarrollar una habilidad psicológica fundamental: la asertividad.
Recuerda que maduramos no por la cantidad de las experiencias vividas sino por la reflexión profunda, cuidadosa y atenta de esas experiencias.
En este sentido, hay personas de 80 años con una cantidad enorme de experiencias y que sin embargo son decepcionantemente inmaduras. En cambio, hay jóvenes de 25 (y por lo tanto con mucho menos experiancia) que son admirablemente maduros.
♦ Cómo desarrollar tu autoconocimiento
Cuando sientas una emoción o sentimiento, pregúntate:
- ¿Qué tipo de emoción o sentimiento estoy sintiendo?
- ¿Qué nombre le doy; qué palabra lo describe más adecuadamente?
- ¿Cómo puedo distinguirlo de otros afectos?
Por ejemplo, si un amigo no me llama hace varias semanas y eso me desagrada: ¿Es enojo lo que siento o tristeza; o miedo al abandono?
Esta reflexión aguda te llevará a desarrollar el músculo mental para reconocer qué afecto estás experimentando en una determinada situación o momento.
Una vez hayas identificado correctamente lo que estás sintiendo, pregúntate:
- ¿Cuál es el origen o la causa de este afecto (emoción o sentimiento)?
- ¿La causa es una persona determinada o una situación?
- Si el motivo es una persona, ¿es su comportamiento en esta circunstancia, o el comportamiento actual solo te hizo revivir algún comportamiento pasado —y distinto—, que es la verdadera causa de lo que sientes en este momento?
- Si es una circunstancia el motivo de tu emoción actual, ¿es ella misma, aisladamente, la causa, o (de forma similar a lo anterior) esta circunstancia detonó un recuerdo de otra u otras experiencias que son la verdadera causa de tus vivencias emocionales en este momento?
Por ejemplo, un compañero de trabajo te hizo una broma liviana y tú te enfadas: ¿Te enfadaste por su broma, o en realidad estabas resentido con él porque el mes anterior le habían ascendido a un puesto jerárquico dentro de la empresa, puesto que tú ansiabas y tenías muchas expectativas de ocupar?
Pregúntate también por las consecuencias de esas experiencias emocionales, a qué actos te llevaron y si tuvieron un efecto positivo o negativo tanto en ti como en los demás.
Esta indagación te llevará a descubrir la causa y las consecuencias de tus vivencias emocionales.
2. Autorregulación emocional
Es la capacidad de gestionar nuestro bagaje afectivo en general y nuestro bagaje emocional en particular.
Cuando digo emociones me refiero a las emociones básicas que todos los seres humanos compartimos:
1. Miedo
2. Ira
3. Alegría
4. Tristeza
5. Asco
6. Sorpresa
Regular nuestras emociones de forma efectiva es vital para conducirnos en una situación de amenaza o crisis.
Y dentro de estas emociones básicas las más críticas son la ira y el miedo, que tienen un alto poder para el descontrol de nuestras acciones. Por supuesto que las demás emociones también deben ser correctamente reguladas para un funcionamiento saludable tanto a nivel individual como social. Pero su exceso no resulta tan destructor como la ira o el miedo. (Todos hemos experimentado un exceso de ira o miedo, con resultados más o menos lamentables —y bochornosos en muchos casos—.)
La gestión adecuada de nuestras emociones nos permite a su vez tener conductas más adaptativas y socialmente funcionales ante la presencia de emociones agudas. Entre otras cosas, regular nuestras emociones nos permite diferir nuestras acciones y respuestas, lo que se traducirá en acciones emocionalmente más inteligentes, pues el factor tiempo, como vimos, es fundamental para el procesamiento de los afectos, despejando nuestro horizonte y minimizando la posibilidad de errores.
Recuerda que la amígdala (una pequeña estructura de nuestro cerebro en forma de almendra que forma parte del sistema límbico o cerebro emocional)4 es el punto desencadentante de la angustia, la ira, el miedo, el impulso, etcétera. Cuando este circuito toma el control actúa como «jefe malo» y nos conduce a realizar acciones de las que más tarde podemos arrepentirnos.
Pero por otro lado tenemos el córteza prefrontal (el centro ejecutivo del cerebro) que opera como centro inhibidor y regulador de la actividad de la amígdala. Si este centro funciona bien, podremos ser más racionales al guiar nuestra respuesta y, por lo tanto, al manejar las emociones de los demás. Desde una perspectiva nerviosa, la interacción adecuada entre el córteza prefrontal y la amígdala es la esencia de la autorregulación.
Seguramente te estarás preguntando: «Sí, muy bonito Liber todo esto de la autoregulación y la gestión. Pero, ¿cómo me controlo cuando mi jefe me grita o me minusvalora, o cuando un tipo al volante me insulta mientras se adelanta para ponerse justo adelante de mi vehículo, o cuando mi hijo/a jamás pone la mesa antes de almorzar, pese a que se lo repito todas las veces. O cuando…?
Te entiendo perfectamente. Y como estos ejemplos los he experimentado muchas veces (excepto lo de los chicos, porque no tengo hijos), déjame compartirte algunas estrategias que me han sido muy útiles, sobre todo en momentos de mucha ira o indignación, y que además las recomiendan los expertos:
♦ Cómo desarrollar la autoregulación emocional
• Suma un número por el mismo número
Puede ser el que quieras: el 7, el 8 el 1024…
Tiene que ser suficientemente extenso como para que implique un esfuerzo mental significativo.
Por ejemplo el 7 : 7 +7= 14; 14 + 7 = 21; 21 + 7= 28…
• Cuenta al menos cinco capitales de países
Cuanto más sean mejor.
Por ejemplo: París, Buenos Aires, Londres, Berlín, Washington…
• Resta hacia atrás
Comienza con un número grande (que sea lo suficientemente grande para que te dé margen) y comienza a restar de 8 en 8 ( o el número que prefieras).
Por ejemplo el 2043.
2043 – 8= 2035; 2035 – 8= 2027…
• Piensa en 5 sinónimos de una palabra
De nuevo, el número es arbitrario, pero cuanto más sean más efectivo será.
Por ejemplo, sinónimos de felicidad: alegría, entusiasmo, regocijo, contento, diversión.
• Técnica del semáforo
Consta de seis pasos:
🔴 Luz roja:
1. Detente, serénate y piensa antes de actuar.
🟡 Luz amarilla:
2. Expresa el problema y di cómo lo sientes.
3. Proponte un objetivo positivo.
4. Piensa en varias soluciones.
5. Piensa de antemano en las consecuencias.
🟢 Luz verde:
6. Sigue adelante y trata de llevar a cabo el mejor plan.
¿Qué implican estos «trucos» aparentemente triviales? Pues que de triviales no tienen nada ya que nos permiten utilizar el funcionamiento del cerebro a nuestro favor.
Así, cuando realizamos este tipo ejercicios mentales lo que hacemos es activar deliberadamente nuestra corteza prefrontal — que como ya sabes, es la sede del autodominio, la inhibición y la autoregulación— y disminuir, en consecuencia, la actividad de la amígdala.
Es como si nuestro «jefe bueno» (corteza prefrontal) le dijera a nuestro «jefe malo» (amígdala): «calláte, dejá de querer hacer macanas y estropearlo todo, cerrá esa bocota y quedate quietito, bien quietito, ¿oíste?»
• Muévete de lugar
Otra estrategia eficaz, siempre que puedas, es salirte del lugar donde sucede el conflicto, cambiar de espacio físico.
Por ejemplo: cuando discutes con un familiar en casa, puedes decirle «Estoy muy enojado, prefiero hablar en otro momento», y te vas a dar una vuelta a la manzana. Verás cómo el simple hecho de salirte del lugar del conflicto altera tu estado anímico (en este caso para bien), menguando la intensidad de tus emociones para dar lugar así a una visión más despejada y racional. Hay circunstancias en que esto no se puede (un conflicto imprevisto en la calle que no puede posponerse para más adelante, por ejemplo; pero para ello ya tienes los recursos anteriores), pero siempre que puedas, ¡hazlo!
Nunca subestimes la influencia que el entorno físico tiene en tus emociones.
3. Automotivación
No es casual que emoción y motivación tengan orígenes muy parecidos: las dos están relacionadas con el concepto de movimiento.
Es la dirección que le damos a nuestro caudal afectivo hacia un objetivo predeterminado. Es el mantenimiento de emociones positivas sostenidas en el tiempo para alcanzar aquello que nos propusimos. Implica asimismo promover un sano optimismo que nos permita mantener la iniciativa y un impulso concienciado para el logro de nuestras metas. Esto es fundamental en momentos difíciles, ya que tendemos a tirar la toalla al primer contratiempo que nos encontramos (inevitablemente los hallarás) en el camino hacia nuestros logros.
♦ Cómo desarrollar la automotivación
La intensidad de la motivación es consecuencia directa del interés personal que la alimenta. Si el objetivo que te propusiste no surge de un interés genuino y vital, si no está alineado con tus valores e intereses más profundos, no esperes una motivación alta y duradera.
Por el contrario, si tus metas sí están en sintonía con tus valores e intereses vitales, tendrás la motivación suficiente para persistir a pesar de los reveses y caídas. (Habrá momentos en que te sientas muy poco motivado, pero aun en estos momentos sacarás fuerzas de donde no las tienes y seguirás adelante, porque lo que te mueve surge de un deseo profundo y genuino dentro de ti).
No obstante, podrías preguntarte: ¿Y cómo hago para motivarme para una tarea que no me gusta ni me interesa pero que «tengo que» o «debo» hacerla?
La respuesta es sencilla: si «tienes que» o «debes» hacerla porque eso va a contribuir a tus objetivos genuinos, entonces encontrarás la motivación suficiente recordándote esos mismos objetivos, los cuales darán sentido a cualquier tarea (por aburrida, banal o molesta que sea) que necesites hacer de cara a esas metas.
En cambio, si tienes que realizar una tarea que no solo no es motivante en sí misma, sino que además no está vinculada a una meta que sí te motiva, la motivación desaparecerá. Y no tienes por qué preocuparte: si algo no está en sintonía con tus valores e intereses fundamentales, déjalo. No vale tu esfuerzo y tu tiempo.
El objetivo de la motivación es el sostenimiento constante de nuestra conducta a través del tiempo para el logro de nuestras metas, y por ello es una característica fundamental de la inteligencia emocional.
4. Empatía o comprensión social
Es la habilidad que nos permite percibir las vivencias de los demás. La empatía se relaciona con la capacidad de comprender las razones cognitivas (empatía intelectual) que impulsan a las personas y, fudamentalmente, lo que ellas sienten (empatía emocional).
Esta distinción es crucial, pues los psicópatas5, por ejemplo, tienen una extraordinaria empatía intelectual pero carecen de empatía emocional. Y es justamente esta empatía intelectual (capacidad para entender lo que el otro piensa y siente pero solo desde un plano racional, incapaz de vibrar con las emociones de los demás) lo que les otorga un gran poder de manipulación sobre el otro.
Por ello, cuando nos referimos a la empatía como ingrediente indispensable de la inteligencia emocional aludimos a la empatía integralmente considerada: la inelectual y la emocional. De esta manera, puedo entender las vulnerabilidades, necesidades y carencias de otra persona no para aprovecharme de ella, sino todo lo contrario: ayudarla, apoyarla o simplemente acompañarla. Y esto gracias a que puedo vibrar con las emociones del otro, no solo entenderlas desde lo intelectual.
Esta capacidad nos permite reconocer e interpretar adecuadamente los mensajes verbales de los demás y particularmente los aspectos relacionados con la comunicación no verbal. Esto requiere salirse de uno mismo y colocarse en la posición del otro. Esta capacidad es crítica ya que solo «poniéndonos en sus zapatos» es que podremos comprender (aunque no estemos de acuerdo) la manera de pensar y de sentir de la otra persona.
♦ Cómo desarrollar la empatía
Cuando sientas necesidad de criticar o juzgar a alguien por su opinión o punto de vista —diferentes e incluso opuestos al tuyo—, y te enfades por ello, pregúntate:
- ¿Por qué él o ella piensa y siente de esta manera?
- ¿Qué experiencias de vida pudo influir para que adopte esa postura?
- ¿Cuál es su pasado?
- ¿Cuáles son sus deseos, necesidades y preocupaciones más profundos?
- ¿Cómo es su familia, su cultura, su educación, su entorno social?
- ¿Cuáles son sus creencias y valores más profundos?
A partir de estas preguntas y la reflexión que estimularán en ti, podrás comprender la postura del otro (sus emociones, sentimientos, comportamientos y decisiones) sin que necesariamente tengas que estar de acuerdo con ella.
Recuerda:
No se trata de coincidir, sino de comprender.
5. Habilidades sociales
Esta capacidad nos permite gestionar las relaciones, interactuando con el entorno social ejerciendo influencia y, de esta manera, modificando conductas. Está íntimamente relacionada con el punto anterior, pues implica una capacidad empática para luego producir cambios y transformaciones en las conductas de los demás.
Permite también generar emociones y sentimientos positivos en el entorno social, favoreciendo conexiones de orden positivo en las relaciones sociales. Esta capacidad de influencia interpersonal positiva es una destreza fundamental para la resolución de conflictos. Promueve asimismo la integración social y la posibilidad de trabajar en equipo. Es, por lo tanto, una habilidad indispensable para el liderazgo.
En un mundo cada vez más interconectado que trasciende las barreras sociales, de género, etarias, geográficas y culturales, y donde además se fomenta la colaboración y la integración, las habilidades sociales son ampliamente valoradas en lo social pero también en lo laboral.
♦ Cómo desarrollar las habilidades sociales
- Proponte saludar (y solo saludar) a al menos 5 personas desconocidas por día. Hazlo por una semana. La próxima semana, pregúntales a cinco personas (también cada día) algo concreto: una dirección, la hora, cómo haces para llegar a un comercio, cafetería, estación de servicio, etc. Luego aumenta la apuesta haciendo un elogio a alguien en la calle durante una semana (sé educado y oportuno. La idea es generar confianza ante los demás,¡no ir preso…!)
Por ejemplo: «Disculpa, quería decirte que te queda linda esa camisa. Me gusta cómo te sienta. Adiós, y que tengas buen día».
- Cuando estés en un grupo, pide la palabra y haz una propuesta, una sugerencia o expresa tu opinión respecto de lo que estén hablando. Debes hacerlo con amabilidad pero con firmeza.
- También cuando estés en un grupo, toma la iniciativa y sé proactivo proponiendo un plan de acción.
Por ejemplo: «Chicos/as, vayamos a cenar a —x restaurante—. Fui el otro día con una amiga y nos encantó la comida, además de que la atención fue muy cálida. ¿Vamos?
Como ves, estás preguntando, no mandando, pero lo haces como un líder que toma la iniciativa. Todo esto, por supuesto, debe ir acompañado de un lenguaje corporal que proyecte seguridad, además de un tono de voz relajado, cordial pero firme.
Hasta aquí la descripción y la explicación de la inteligencia emocional.
Ahora bien,
¿Cuáles son los resultados concretos del desarrollo y ejercicio de la inteligencia emocional?
Veamos los resultados que obtuvieron un grupo de chicos y chicas que tomaron un curso de alfabetización emocional.
Beneficios de la inteligencia emocional
1. Autoconciencia emocional
- Mejor reconocimiento y designación de las emociones.
- Mayor comprensión de las causas de los sentimientos.
- Reconocimiento de las diferencias existentes entre los sentimientos y las acciones.
2. Control de las emociones
- Mayor tolerancia a la frustración y mejor manejo de la ira.
- Menos agresiones verbales y menos peleas físicas.
- Mayor capacidad de expresar el enfado de una manera adecuada, sin necesidad de llegar a las manos.
- Menos índice de suspensiones y expulsiones.
- Conducta menos agresiva y menos autodestructiva.
- Sentimientos más positivos con respecto a uno mismo, la escuela y la familia.
- Mejor control del estrés.
- Menor sensación de aislamiento y ansiedad social.
3. Aprovechamiento productivo de la emociones
- Mayor responsabilidad.
- Capacidad de concentración y de prestar atención a la tarea que se lleva a cabo.
- Menor impulsividad y mayor autocontrol.
- Mejora de las puntuaciones obtenidas en los tests de rendimiento.
4. Empatía
- Capacidad de asumir el punto de vista de otra persona.
- Mayor empatía y sensibilidad hacia los sentimientos de los demás.
- Mayor capacidad de escuchar al otro.
5. Dirigir las relaciones
- Mayor capacidad de analizar y comprender las relaciones.
- Mejora la capacidad de resolver conflictos y negociar desacuerdos.
- Mejora en la solución de los problemas de relación.
- Mayor afirmatividad y destreza en la comunicación.
- Mayor popularidad y sociabilidad. Amistad y compromiso con los compañeros/as.
- Mayor atractivo social.
- Más preocupación y consideración hacia los demás.
- Más sociables y armoniosos en los grupos.
- Más participativos, cooperadores y solidarios.
- Más democráticos en el trato con los demás.
Si bien estos resultados, como dije, se obtuvieron en chicos escolares que participaron de un programa de alfabetización emocional (ya puedes ver la importancia de educar a tus chicos en estas habilidades esenciales para la vida), los mismos resultados (más allá de los académicos) los puede obtener cualquier persona que decida desarrollar su inteligencia emocional, como apuntan los mismos expertos que ejecutaron y evaluaron dicho programa : tengas 20, 40 u 85 años, es una habilidad que puedes aprenderla y potenciarla en cualquier momento de tu vida.
Finalmente, recuerda…
• Todas las emociones tienen su razón de ser
No hay emociones buenas o malas (aunque algunas sean más agradables y otras más desagradables), solo hay buen o mal uso de ellas. De hecho, sin emociones nos hubiéramos extinguido como especie: tú y yo, por ejemplo, estamos aquí porque nuestros antepasados sintieron miedo ante un león, o al estar al borde de un precipicio; o sintieron asco ante una comida en mal estado.
¿Ves la función vital que cumplen nuestras emociones? Son, ni más ni menos, una brújula que nos permitió adaptarnos y sobrevivir a través del largo camino de la evolución.
• Las emociones no deben ser negadas
Cuanto más te empeñes en negarlas, más fuerza cobrarán y tomarán el control de tu vida. Solo se puede operar eficazmente sobre aquello se que se acepta, reconociendo su existencia. Así, las emociones están para ser experimentadas, aceptadas, comprendidas y luego gestionadas de manera conveniente.
Si tienes una úlcera, por ejemplo, negarlo no va a hacer que desaparezca. Todo lo contrario: al no estar tomando las medidas y cuidados necesarios para su sanación, estarás agravando tu úlcera. Lo mismo sucede con las emociones.
•Las emociones no deben ser censuradas
Deben ser validadas y legitimadas. Sí, incluso los sentimientos más reprobados socialmente, aunque todos los sintamos (y nos esforcemos en ocultar, con mayor o menor éxito ): el rentimiento y la envidia6.
Por ejemplo, el resentimiento te puede estar indicando que debes aceptar y perdonar, extraer una lección de lo sucedido y seguir adelante con madurez y más sabiduría.
La envidia puede indicarte que tienes que trabajar tu autoestima, mejorar algunos aspectos de tu persona y a reconocer y superar algunas creencias limitantes.
Todas las emociones y sentimientos son señales que nos están indicando algo. Nuestra tarea es reconocerlas, comprenderlas y después actuar de forma emocionalmente inteligente.
Aun una emoción tan desagradable como la ira, por si acaso, es útil y adaptativa en sí misma: nos indica que alguien fue injusto con nosotros (o algo nos perjudicó de una manera que creemos injusta) y ello nos mueve a restablecer la justica perdida, a hacer respetar nuestros derechos.
La mayoría de las veces, no elegimos qué emociones sentir: surgen de forma inevitable. Pero siempre podemos elegir qué hacer con ellas. Y esta elección, querido lector y querida lectora, es de tu entera responsabilidad.
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¡Muchas gracias! 🙂.
Liber Heffner
Referencias bibliográficas
1 Blaise Pascal, Pensamientos, Altaya, Barcelona, 1997.
2 Howard Gardner, Inteligencias Múltiples, Planeta Publishing, Barcelona, 2022.
3 Daniel Goleman, Inteligencia Emocional, Kairos, Barcelona, 1995.
4 Daniel Goleman, El Cerebro y la Inteligencia Emocional, Ediciones B, Barcelona, 2011.
5 Robert D, Hare, Without Conscience, The Guilford Press, New York, 1999.
6 Norberto Levy, La Sabiduría De Las Emociones, Penguin Randome House, Buenos Aires, 2022.